Se cumplen 100 años de la Revolución Rusa, uno de los acontecimientos que marcó el siglo XX. Pese a ello la atención que se le ha dedicado ha sido más bien escasa y siempre procurando no levantar demasiadas ampollas, pasando de puntillas por las cuestiones más polémicas. ¿Tendrá algo que ver acaso los 100 millones de muertos que causaron los regímenes totalitarios a los que dio origen?
Cien millones de muertos es la cifra que da ‘El libro negro del comunismo‘, un estudio publicado en 1997 sobre las consecuencias de los regímenes totalitarios instaurados a partir de la revolución de octubre. Y es sólo un cálculo aproximado de los desmanes cometidos por regímenes como el de Pol Pot, Stalin, Mao, Fidel Castro, Kim Il Sung, Ceaucescu, Ho Chi Minh… para instaurar y mantener su mandato. Al margen se contabilizan los fallecidos en las guerras en las que intervinieron.
Según la fuente citada en la URSS murieron más de 20 millones de personas, 65 en China, 2 millones en Corea del Norte y Camboya, 1 millón en la Europa Oriental, 1,7 en África o 1,5 millones en Afganistán. Todos ellos víctimas de no pensar como ellos, de criticar al régimen o, simplemente, por el antojo del líder supremo.
Las revisiones que se han hecho en el centenario tratan de desvincular a Lenin de todos estos crímenes, como si Stalin o sus sucesores hubieran desvirtuado su legado y olvidan el Terror Rojo. En ‘Un estado contra su pueblo‘ (1998) el historiador francés Nicolas Werth demuestra el papel jugado en la instauración de una dictadura comunista y de guerra civil.
Y no hay que olvidar otro detalle. El pueblo no fue quien hizo la revolución, sino unos cuantos millares de personas que en unos pocos días tomaron por las armas los principales focos de poder. Una actuación que responde perfectamente a los postulados de Lenin quien resaltó en sus escritos en que la revolución no la tenía que hacer el pueblo sino un grupo de escogidos especialmente concienciados.
No hay que olvidar que es el propio Lenin quien crea la Cheka, que luego se transformaría en la temida KGB, una policía que actuaba con total impunidad al margen de cualquier tipo de tribunales. Fundó un régimen de partido único que eliminaba cualquier tipo de crítica u oposición y en el que el partido era el Estado.
De esta forma, la policía política, el terror y la ausencia de derechos humanos configuran las principales del régimen. Pero, además, no quedó restringido a un sólo país sino que se extendió
El comunismo ha cometido “crímenes contra el espíritu”, pero también crímenes “contra la cultura universal y contra las culturas nacionales, Stalin hizo demoler centenares de iglesias en Moscú; Ceaucescu destruyó el corazón histórico Bucarest para edificar en su lugar edificios y trazar avenidas megalómanas. Pol Pot ordenó desmontar piedra a piedra la catedral de Phnom Penh y abandonó a la jungla los templos de Angkor”.
Pero sin duda el peor crimen fue la muerte de cerca de cien millones de personas. Y son sólo cálculos aproximados. Esta es, sin duda, la clave de la dictadura del terror y lo que más se le puede echar en cara a una ideología. Ningún imperio ni fórmula de pensamiento a lo largo de la historia ha causado tantas muertes. ¿Cómo es posible que todavía alguien se atreva a defenderla?