A MEGÁFONO CAÍDO
A los 9 predicadores del metro del domingo los han metido en el trullo y o pasan por caja, mediante el libramiento de 12 mil euros por barba, o se cuecen con la ola de calor en la prisión.
Por si algún lector no lo sabía, entre la estación de metro de Xàtiva y la de Alameda y con un megáfono en la boca, un humano empieza a decir, a exclamar hasta el grito, que nos vamos a morir e ir al infierno por pecadores (a lo mejor razón no le falta, pero no es para ponerse así y además en un espacio como el metro que suele ir lleno).
Para que un grupo de evangelistas con sede en Alemania se venga España a predicar con las llamas del infierno, porque nos portamos mal, algo está pasando en la mente de muchos europeos y en otras mentes que nos eligen como destino preferente.
Yo reflexiono y me pregunto: ¿Por qué estos “pollos” no se van a Finlandia o a Noruega y si me apuran a Suecia – que está más cerca de Alemania que nosotros- a dar gritos en un transporte público?
Como no encuentro respuesta me voy a un mapa y miro y observo que estamos al Sur, lo que es lo mismo que debajo de ese mapa europeo y estamos arriba mirando desde África.
O sea que estamos en la convergencia y además tenemos ahora fama de buenos chicos.
La leyenda negra que siempre nos ha acompañado como una etiqueta inquisitorial, como comedores de niños crudos y colonialistas genocidas (mientras otras potencias se llevaban el gato al agua en materia de explotación de recursos y lo hacía o lo hacen hasta ayer mismo) se ha trocado en buenismo y tengo la sensación personal de que los de arriba del mapa, o debajo del mapa, nos han tomado por gilipollas y, por cierto, no estoy seguro de que no tengan razón.
Veamos.
Unos tipos que hablan inglés vienen a Palma o a otro bello lugar costero y se ponen a cagar desde el balcón y se caen y se matan y parece que la culpa es nuestra y le llamamos “balconing” e investigamos. ¡Vaya usted a Londres y haga lo mismo!
Llevamos años siendo receptores, la pela es la pela”, de turismo de tercera regional y en vez de colocarles en pleno trasero una superpatada que los devuelva al estercolero educacional del que provienen, les aconsejamos con un” no se tiren por favor” que se van a hacer pupa.
Y lentamente lo que era un espacio sano vacacional se convierte en una ruta de borrachos que hacen la vida insoportable a los vecinos del lugar y a los menos vecinos también.
Y ahora vienen los evangelistas de la noticia a darnos la lata, megáfono en mano, a convertirnos. Lo que me faltaba.
Entre la exhumación de Franco, gran noticia de actualidad, el casoplón de Iglesias y Montero, los cambios de mobiliario en la Moncloa y la salida al mercado de las Reinas, como gran acontecimiento, el verano de asfixia transcurre entre gotas de sudor y mojitos playeros “fabricados” por ambulantes a un paso de convertirse en manteros.
A los predicadores que creen que esto es el viejo Oeste palo.
Dejemos que los jueces alemanes emitan una orden europea de extradición por sembrar el terror y ya veremos.
Mucha fiesta, mucho cachondeo festivalero y miles de personas de aquí para allá y supongo que si eso se ve desde los medios europeos la conclusión es que este país es una risa, donde se puede venir a mearnos en el patio.
¿Habrá algún sistema de recuperar la dignidad, así en general, aunque sea a costa de perder unos millones de visitantes?
¿Podremos confiar en que las fuerzas políticas se dejen de acuchillar en los pasillos mediáticos y que sea la justicia la que diga si el “máster” es o no una prevaricación y luego ya se verá?
Me iba a Pinedo, pero cambio el rumbo. Huele mal. Sigue “la caló”